Yo no lo vi nacer, pues lo paría,
pero sentí el dolor y lo recuerdo.
Desde entonces lo amé. Comió mi cuerpo,
con su boca sin dientes me bebía.
Empecé a andar con él y día a día
lo volvía a parir. Ya no me acuerdo
de las veces que di sangre a su incierto,
dulce ignorar de la sabiduría.
Sólo otra vez sentí un dolor tan fértil:
fue cuando me dejó para ser hombre.
Lo dejé de parir y me dolía
la falta de dolor, la intransitiva
flecha de amor, la desolada cumbre,
el blando despertar a un mundo dúctil.
1 comentari:
No sé si seré muy constructiva pero... ¡Bravo Belén! Sencillamente precioso. Conmovedor, estremecedor. De lo mejor que te he leído, bueno, de lo que mas me ha gustado. Ese verbo "parir", con toda la fuerza que connota tiene un peso fundamental en tu poema frente a ese mundo dúctil, ese blando despertar, blando. Y tu cuerpo,y tu amor, tú vía para ese ser que empieza.
Excelente. Mi más sincera enhorabuena.
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